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viernes, 21 de mayo de 2010

CONCEPCIÓN TEOLÓGICA DE “ESPERANZA” E “INFIERNO” EN H. U. VON BALTHASAR


Según José Antonio Sayés, la tesis que sostiene Von Balthasar (*)en su obra titulada: “¿Qué podemos esperar?”, no ha consistido en afirmar principalmente que el in­fierno existe, se centra más bien en el tema de la esperanza. Lo que verdaderamente ha enseñado Von Balthasar es que po­demos “esperar” que todos se salven. La esperanza, más que a una dimen­sión individualista, se refiere fundamentalmente a las obras grandio­sas de Dios que abarcan la creación. Por ello, la esperanza se vuelve un motivo esencial, de modo que si tuviéramos la certeza de ser salvados, dejaría de haber un motivo esencial para la conversión. Por lo tanto, Von Balthasar lo que sostiene es la esperanza, no la certeza, de que todos seamos salvados.
Más adelante sostiene que, en la Escritura, hay dos tipos de afirmaciones: Las pre-pascuales y las post-pascuales. En las primeras, Cristo ha­bla de un doble resultado, es decir: de la salvación y de la condenación. En las segundas, se nos habla de una salvación dada a todos por medio de la redención de Cristo. He aquí un fundamento escriturístico para cada afirmación: «Entonces dirá también a los de izquierda: apartaos de mí, malditos… (Mt 25, 41), los cua­les serán arrojados a las tinieblas» (Mt 25, 30). Los que obran el mal irán al tormento eterno, «mas los justos a la vida eterna» (Mt 25, 46).
En los evangelios, se nos presenta de forma más clara un castigo escato­lógico: específicamente San Mateo ( Mt 25, 41-49ss) habla de que Dios arrojará a los im­píos al horno de fuego, allí será el llanto y el rechinar de dientes. El hombre, por lo tanto, puede conde­narse definitivamente si desprecia el ofrecimiento salvífico de Dios, el cual quiere que lodos se salven, pero depen­de de cada uno en particular que ello suceda, distinguiendo de este modo, entre la voluntad salvífica antecedente de Dios y su acep­tación subjetiva por parte de los hombres.
Por otra parte, Von Balthasar, con una cierta ironía, acepta la distinción entre voluntad antece­dente y voluntad consecuente, a su vez hace la distinción entre la voluntad absoluta de Dios de salvar a toda la humanidad y la voluntad condicionada a la libre aceptación de cada hombre. Las dos series de texto, no se pueden concordar con facilidad, porque cuando uno nos pone la dramática posibilidad de perdición, la otra nos abre las puertas a la esperanza. En consecuencia, lo que no se puede hacer es convertir una amonesta­ción a la conversión en una realidad fáctica, pretendiendo conocer la existencia de un infierno lleno.
Por otra parte, Dios no es el creador del infierno, este inicia en el día en que se dio una rebelión contra Dios, el infierno se encuentra donde ellos están; pero no estamos hablando de un lugar físico, sino de un estado en el cual se encuentra una persona que se ha alejado de Dios, en otras palabras, el infierno, como lo expresa Von Balthasar, es un alejamiento de Dios, el tormento eterno será no estar en su presencia. Por consiguiente, es inconcebible que el autor de la creación haya destinado un lugar para aquellos que le son fieles y al lado de este, otro para los impíos. Esto se ve reflejado en el texto evangélico de la voluntad por parte de Dios que todos alcancemos la salvación.
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NOTAS
(*) Como fuente principal del tema hemos tomado el texto de José Antonio Sayés, “¿Cómo hablar hoy del infierno?  Diálogo con H. U. von Balthasar”, en “Revista Agustiniana”, 130 (2002), 141-171

                                                                                                                           David Arturo Pineda Escobar